Cronos, temeroso por
las palabras de su padre, maquinó acabar con sus hijos y con este propósito se
los comía al nacer, sin hacer caso de las súplicas y lágrimas de Rhea.
Así fue devorando a Hestia,
Hera, Hades y Poseidón; pero su madre, cuando quedó encinta
por sexta vez, decidió salvar a su hijo y en medio de la noche se fue a dar a
luz al monte Liqueo en Arcadia. Luego de parir, bañó a su hijo en el río Neda,
lo llamó Zeus y lo envió a su madre, Gea.
La Madre Tierra lo
llevó al monte Licto en Creta y lo ocultó en una cueva en la falda del
monte Egeo, donde lo puso al cuidado de las ninfas Melianas, Adrastea y
su hermana Io, hijas Meliseo, y de la ninfa Amaltea, una cabra o mujer
ubérrima como las cabras, quien nutrió al niño con miel y lo amamantó a sus
pechos al mismo tiempo que a su hijo Pan.
La cuna Zeus
colgaba de un árbol, para que, según el oráculo, Cronos no pudiera hallarlo ni
en la tierra, ni en el cielo, ni en el mar. Rodeaban además su cuna las Curetes,
hijas y sacerdotisas guerreras de Rea, que, cuando el bebé lloraba, golpeaban
sus armas, gritaban y cantaban al son de estruendosos tambores que ahogaban el
llanto del pequeño Zeus para que no lo oyera su padre Cronos. Así, el joven
dios llegó a la edad adulta y vino el día en que se cumplió la profecía.
Zeus, agradecido a sus
nodrizas y sentado ya en el trono celestial, puso a Amaltea en la constelación
de Aries o Capricornio y dejó uno de sus cuernos a las ninfas, de donde podrían
sacar tantas frutas y bebidas como quisieran, porque nunca se agotaría, que fue
el Cuerno de la Abundancia o Cornucopia.
Entretanto Rea había
envuelto una piedra en pañales en el Monte Taumacio de Arcadia y, cuando Cronos
le pidió que le entregara al nuevo bebé, se la entregó llorando para que lo
engullera. Cronos se la tragó sin siquiera mirarla y se fue satisfecho creyendo
que se había comido a su hijo recién nacido.
Sin embargo Cronos no
tardó en descubrir el engaño, tal fue el ardor que la piedra le produjo en el estómago,
y se puso a perseguir a Zeus, que se iba transformando en serpiente y
sus nodrizas en osas. No pudo atraparlos Cronos y siguió creciendo en el Monte
Ida, entre pastores, en una caverna distante de la anterior.
Allí conoció a la titánide Themis, quien ideó
la trama para derrocar a Cronos: propuso a Rea que convenciera al viejo para
que aceptara los servicios de Zeus, a quien no conocía.
Aceptó el dios y
nombró al joven camarero personal. Zeus entonces, aprovechando este privilegio,
ofreció a Cronos una copa de néctar con un vomitivo a base de mostaza, vino.
Este se la tomó, se
durmió inmediatamente y vomitó la piedra y los cinco hijos que había engullido.
Aunque hay divergencia acerca de si Poseidón fue devorado o no, ya que según
algunas fuentes Rea dio un potrillo en su lugar, y escondió al muchacho
entre los caballos. Sea como fuere, los cinco dioses volvieron sanos al mundo y
a la vida, sin daño alguno, cosa de dioses naturalmente, y, agradecidos a Zeus,
lo nombraron su capitán, que así quedó convertido en el supremo, el megadios.
A su vez, a Cronos lo
enviaron de perpetuas vacaciones al Tártaro junto con sus hermanos… Pero estos
estaban tramando pacientemente su desquite.
Zeus envió la
piedra con que Rea engañó a su padre Cronos a Delfos donde fue
venerada y ungida constantemente con aceite. «Zeus la clavó sobre la anchurosa
tierra, dice sin embargo el poeta, en la sacratísima Pito, en los valles del
pie del Parnaso, monumento para la posteridad, maravilla para los hombres
mortales».