Paris era hijo de Príamo y Hécuba, los reyes de Troya. Cuando la reina se hallaba en estado del futuro príncipe, tuvo un sueño en el que se revelaba que el niño destruiría su patria cuando fuera un adulto. Ante tal afirmación, el rey decidió hacerle desaparecer, pero gracias a las súplicas de su mujer logró que no lo matase y lo dejasen a cargo de unos pastores.
Cuando creció, se convirtió en un joven que destacaba tanto en belleza como en inteligencia y habilidad militar. Llegó incluso a casarse con la ninfa Oeona. Se organizaron unos juegos en Troya en los que participó. Su destreza fue alabada incluso por los dioses. De hecho, Hermes le pidió que actuase como árbitro en una disputa en la que se encontraba inmerso: decidir qué diosa era la más bella.
Este problema se originó en la boda del rey Peleo y la nereida Tetis, los padres de Aquiles. Al final del enlace apareció la diosa Eris, la diosa de la Discordia, que no había sido invitada. Cuando llegó lanzó una manzana de oro y dijo que sería para la diosa más hermosa. Zeus se vio incapaz de decidir entre las tres candidatas: Hera, Atenea y Afrodita. Por ello, fue Paris quien tuvo que decidir quién era la más bella.
Las tres trataron de sobornarlo para que las nombrase vencedoras. Hera le ofreció poder, le prometió ser un poderoso gobernante; Atenea una gran destreza y fama militar, y por último, Afrodita le ofreció tener a la mujer más hermosa que hubiese sobre la tierra. París se decantó finalmente por Afrodita.