Grandes duelos estremecedores, batallas sangrientas, la ferocidad inclemente por rescatar a una bella mujer; un mundo épico, muy antiguo, donde hombres y héroes rozaban la divinidad, y el destino se cernía irremisible sobre sus espaldas desdichadas. Ese es el mundo evocado por La Ilíada, tal vez uno de los más grandes monumentos al drama humano creados por la cultura occidental.
Si fue Homero u otro bardo legendario el que recitaba los hexámetros originales, ya no lo sabremos nunca; y tal vez, mejor así, porque así lo dispusieron las Moiras en el inicio remoto de los tiempos.