Esta obra teatral es definitivamente la más importante del
Costumbrismo y también una de las mejores del siglo XIX. En ella se resume todo
el humor y la chispeante gracia propia de la producción literaria de Manuel
Ascencio Segura. Ña Catita, el personaje principal –cuyo nombre da título a la
comedia- es considerada la figura dramática de mayor relieve y la mejor lograda
de todo el teatro peruano.
Debemos aclarar que no es un personaje original sino
que su origen está en la chismosa
trotaconventos del drama español, y, qué duda cabe, en la imagen de La
Celestina de Fernando Rojas. Pero la caracterización que le imprime Segura, ese
típico sabor criollo en el habla, en su
performance a lo largo del argumento la consagra a Ña Catita como limeña y
peruana criolla por excelencia.
Sucede que los esposos don Jesús y doña Rufina tienen una
hija ya casamentera: Juliana. La madre, en quien antes ha operado la mediación
de Ña Catita una anciana pícara, chismosa e intrigante, pretende ligar el
destino de su hija al de don Alejo, hombre mayor, tipo donjuanesco que finge
alta prosapia y dorada comodidad, refinamientos y de clase acomodada. Juliana, todo
candor y dulzura, sin embargo, corresponde a la amorosa pasión de don Manuel,
mozalbete pobre y sin porvenir, y se opone tercamente a los designios de su
madre.
Así, no se deja seducir por el futuro prometedor que le
augura su madre al lado del otoñal galán, ni se amedrenta ante sus amenazas ni
presiones. De igual modo desoye los
melosos consejos de Ña Catita. Pero las cosas salen mal para los jóvenes
amantes (Juliana y Manuel): ella está a punto de ser prometida en matrimonio a
Don Alejo (Sin importar las protestas de don Jesús y los desconsuelos de
Manuel).
En aquel momento, oportunamente, llega don Juan, un viejo amigo de la
familia, quien involuntariamente, desbarata las pretensiones del entusiasmado don
Alejo. En efecto, recién llegado del Cuzco, entrega al empavonado novio una
carta que le enviara su mujer. Rufina desfallece de espanto y llora su
desgracia al descubrirse engañada por el maduro novio. Ña Catita, por perversa
y proxeneta, es arrojada de la casa.
Se termina asegurando el casamiento de Juliana y
Manuel, en tanto que don Jesús, por intercesión de don Juan, perdona las
bellaquerías de Rufina.
Esta obra fue estrenada en la noche del 24 de enero de 1845,
y reestrenada con agregados el 7 de septiembre de 1856, triunfando merced al
genio de la actriz Encarnación Coya.
domingo, noviembre 24, 2013
Gracias por la informacion de Ña Catita. Buen resumen, me ayuda much para entender el Costumbrismo de una manera exacta.