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Uno de los más influyentes -y ultraconocidos- libros de la década, escrito por el prestigioso Edward de Bono, psicólogo, consultor, conferencista exitoso, y catedrático de Harvard, Oxford y otras universidades de primer nivel, en sus ratos libres. 
Este texto presenta las formas alternativas en que se puede contemplar la realidad y soluciones distintas para resolver problemas; es también, simplificando, una serie de técnicas y un manual de enfocar la vida desde otra perspectiva. Para educadores, profesionales de letras y ciencias, creativos y gente emprendedora es una obra fundamental. 
Les dejamos el enlace público para su descarga.
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Para definir qué es el "Pensamiento Lateral", nos apoyamos en lo vertido por la webTideca:

En todos los tiempos, en las escuelas y en las universidades, se ha estimulado y cultivado el pensamiento lógico o vertical, pero éste, si bien es eficaz, resulta incompleto. El pensamiento lógico, selectivo por naturaleza, ha de complementarse con las cualidades creativas del pensamiento lateral. El pensamiento lateral es el conjunto de procesos destinados al uso de información de modo que genere ideas creativas mediante una reestructuración inteligente de los conceptos ya existentes en la mente. 
El pensamiento lateral está íntimamente relacionado con los procesos mentales de la perspicacia, la creatividad y el ingenio. Se trata de una forma definida de aplicar la mente a un tema o problema dado, oponiendo nueva información con ideas viejas. Se obtendría así una modificación de la idea antigua como resultado de los nuevos conocimientos. La enseñanza se fundamenta en el supuesto de que es suficiente una comunicación eficaz de la información para que ésta se ordene automáticamente en ideas útiles. 
Con ese fin hemos desarrollado medios para el mejor tratamiento de la información, tales como operaciones matemáticas y el pensamiento lógico. El método más eficaz para transformar ideas no es externo, como la contraposición de nuevas ideas, sino interno, mediante la reestructuración de la información disponible a la luz de la perspicacia (por perspicacia se entiende en el contexto de esta obra la profunda y clara visión interna de un tema o de parte de un tema). 
El pensamiento lateral se ha desarrollado como un instrumento para el uso consciente y deliberado de la perspicacia. La aplicación del pensamiento lateral y la enseñanza tienen su razón de ser en el hecho de que el último fin de ésta, no es la memorización de los datos, sino su uso óptimo. 
La mente opera creando modelos con los conocimientos adquiridos para su uso posterior. La perspicacia y el ingenio se basan en una reestructuración de los modelos, al igual que la creatividad, aunque ésta exige ante todo la superación del efecto restrictivo derivado de la rigidez de los modelos.
El pensamiento lateral tiene mucho en común con la creatividad; pero mientras esta última constituye con excesiva frecuencia sólo una descripción de resultados, el pensamiento lateral incluye la descripción de un proceso. Ante un resultado creativo sólo puede sentirse admiración; pero un proceso creativo puede ser aprendido y usado conscientemente. Cada vez se valora más la creatividad. 
Como factor de cambio y de progreso; se le confiere un valor superior al conocimiento técnico a causa de que éste es más asequible. La creatividad es un modo de emplear la mente y manejar información. Tal es la función del pensamiento lateral. El pensamiento lateral tiene como fin la creación de nuevas ideas, normalmente se relacionan las ideas nuevas con el ámbito de la invención técnica; sin embargo, la invención de nuevos dispositivos técnicos es sólo uno de los múltiples aspectos que derivan de la creatividad. 
 El pensamiento lateral tiene como función también la liberación del efecto restrictivo de las ideas anticuadas. Ello conduce a cambios de actitudes y enfoques, a la visión diferente de conceptos inmutables hasta entonces, a la visión diferente de conceptos inmutables hasta entonces. La liberación del efecto moralizador de las viejas ideas y el estímulo de nuevas ideas es una doble función del pensamiento lateral. 
En el pensamiento lateral se busca a veces información que nada tiene en común con el problema que se estudia; en el pensamiento vertical sólo se busca lo que está relacionado con dicho problema. El pensamiento lateral no pretende sustituir al pensamiento vertical: ambos son necesario en sus respectivos ámbitos y se complementan mutuamente; el primero es creativo, el segundo selectivo. 
El pensamiento lateral permite una investigación del concepto primario original, así como una comprobación de la corrección de cualquier conclusión, independientemente del grado de certeza que se posea a causa de su elaboración lógica.
El pensamiento lateral aumenta la eficacia del pensamiento vertical, al ofrecerle nuevas ideas para su elaboración lógica. El pensamiento lateral es un modo de usar la mente. Constituye un hábito y una actitud mental.

Excelente cómic que adapta el libro famoso de Kipling, en castellano, en dos tomos, con dibujos expresivos y bastante buenos de Juan Arraz, aun cuando se trata de una publicación de 1971. Este cómic nos llega gracias al foro ExVagos. La clave para descomprimir el winrar es: mianmar. El servidor que aloja este archivo es 4Shared.
Asimismo les dejo un teaser en Issu para que se vean algunas partes de la publicación.
Aclaro que el enlace ni su subida tienen relación con esta web. Tampoco buscamos beneficio económico alguno.



Este cuento está ambientado en la ciudad de Pisco, puerto ubicado al sur de Lima y lugar de muchos relatos famosos del autor. En este caso se narra las experiencias de un niño durante la quema del muñeco de Judas, costumbre propia de estas regiones peruanas.
Abraham, el narrador, recuerda a su padre empleado de aduana, que por razón de su trabajo, recibe y controla los barcos que llegaban al puerto. Así, en este capítulo II lo dedica a la descripción del cuadro hogareño del niño con profunda veneración: “Mi padre que era empleado en la Aduana tenía un hermoso tipo moreno. Faz tranquila, brillante mirada, bigote prodigo (…) Mi madre era dulcemente triste”;  también nos presenta a la hermana menor.
Una noche, el padre comenta secretamente, un oscuro incidente ocurrido a una vecina con esposo encarcelado por una presunta venganza y delatado por su propia pareja.
La conversación narrada en el capítulo III, se efectúa después de que Abraham despierta sobresaltado al oír nerviosamente que un tal Fernando asesinó a un tal Kerr y que la mujer del asesino, Luisa, se ha visto obligada a delatarlo por temor a la retención de su hijo menor. Posteriormente como represalia, sufriría el rapto de su hijo.
El capítulo IV es sumamente breve, se describe como el niño narrador se va quedando dormido a orillas del mar mientras le parece ver acercarse la silueta de una mujer de blanco.
El niño Abraham despierta en el capítulo V y halla sorprendido en su bolsillo una medalla de plata con la imagen de la Virgen María por lo que al siguiente día regresa al mismo lugar. Al encontrar a la “señora blanca”, se entabla un importante dialogo referente a la fiesta popular del día sábado de gloria, donde la figura de Judas pretende quemarse frente al lodo le pueblo. El niño niega varias veces perdonar al “traidor” a pesar de las reiteradas preguntas de la mujer.
Finalmente, en el capítulo VI, Abraham se enfrenta no solo a la muerte de la “señora blanca” sino también a la cancelación de su candor cuando comprende violentamente su culpa, como resultado de sus respuestas inhumanas y carentes de piedad para perdonar Judas y por el conocimiento del lugar donde debía producirse la muerte. El pequeño narrador se siente profundamente culpable del fallecimiento de la misteriosa mujer.
Valdelomar nos ayuda a concluir a través de dos acontecimientos cargados  de tensión: el naufragio y el cadáver de la “señora blanca” y; el descubrimiento del protagonista como agente de la muerte de una figuro poseedora de características virginales y misteriosas que la niñez del protagonista se ha cancelado, debido al acontecimiento trágico que marco indeleblemente su personalidad.

La casa de la señora Glicina era pequeña y limpia. En la aldea de pescadores ella era la única mujer blanca entre los pobladores indígenas. Alta maciza, flexible, ágil, en plena juventud. Mas la señora Glicina no era feliz: era viuda y estéril.
Un día apareció un barco extraño, llegó a la orilla en el crepúsculo con un gallardo caballero. Aquella noche pernoctó en la casa de la señora. Durmió con ella sin que ella le preguntara nada, porque ambos tenían la conciencia de que eran el uno para el otro, se confundieron con un beso, y al alba, la dorada nave se perdió en la neblina. Aquel amor breve fue como la realización de un mandato del destino. Y la señora Glicina fue desde ese momento la viuda de la aldea.
Pasaron tres años, tres meses, tres semanas y tres días y ella se dirigió hacia donde se oculta el sol. Caminaba la viuda por la orilla de la playa y se encuentra sucesivamente con un pescador de perlas, otro de corales y un niño que pescaba carpas. Ellos le advierten que no se aleje porque pudiera salir el hipocampo desde el fondo del mar. No les hace caso y continúa hacia el sur. Ya se ponía sol, caía la noche. 
Entonces un animal rutilante surgió entre las aguas agitadas y, en las tinieblas. Y empezó a llorar desconsoladamente.
- “¿Por qué eres tan desdichado señor?- interrogó la viuda- Un rey bien puede decirle a sus súbditos que le de todo lo que tienen pero no la felicidad. Si mis siervos supieran que su rey podía tener deseos insatisfechos, perdería todo respeto hacia la majestad real y me creerían igual a ellos. Mi reino caería hecho pedazos. Estos ojos que veis no me durarán sino hasta mañana. Cada luna yo debo proveerme de mi nueva copa de sangre, que es la que me da a mi cuerpo esta constelada brillantez; y si no la consigo volveré sin luz”
Luego, agregó, mirando fijamente a la viuda:-“A propósito, que ojos tan bellos tenéis, señora mía. Os parecen bellos -repuso la señora - por que vos lo necesitáis pero de mí sólo me sirve para llorar…”
- “¿Qué darías, Oh rey de oro, por conseguir estas tres cosas?”
“Daría todo lo que me fuera solicitado. Hasta mi reino. 
-Yo ame a un príncipe que vino del mar hace tres años- dijo la señora- Yo os daría mis ojos, os llenaría la copa de sangre y si vos me dierais el secreto para que nazca el fruto de mi amor tal como yo lo deseo.
-“púes bien - dijo el Hipocampo de oro- Vuestro hijo nacerá. Oídme y obedéceme: Cuando me entreguéis tus pupilas, me des la copa de sangre y la flor de azahar moriréis en seguida, pero vuestro hijo habrá nacido ya. ¿Estás resuelta?”,
-De acuerdo- dijo la señora Glicina y partió en busca de la flor de durazno en azahar.
Avanzada la noche, regresó desfalleciente con su trofeo y se la entregó al hipocampo. De inmediato se arrancó los ojos y este se los puso en sus cuencas ya vacías. Luego se rasgó el pecho y la sangre salió hacia la copa y el rey del mar la bebió, ansioso
-“¡Ahora dame mi hijo! – exclamó la señora.
- Sea. ¡Adiós! Tú lo quieres así. Mañana, después del crepúsculo morirás, pero tu hijo vivirá con la virtud del amor, para siempre”.
-“Gracias, ¡Oh rey del mar! ¿Qué vale lo que te he dado cuando tú me has dado un hijo?”…
Más no lo oyó el hipocampo de oro porque ya había hundido en el mar dejando una estela rutilante entre las ondas frágiles

Evaristo Mazuelos, el farmacéutico de P. y Hebaristo, el sauce fúnebre de la parcela eran dos vidas paralelas, dos ojos de una misma y misteriosa y teórica cabeza, dos brazos de una misma desolada cruz, dos estrellas insignificantes de una misma constelación.

Mazuelos era huérfano y guardaba al igual que el sauce, un vago recuerdo de sus padres. Así como el sauce era árbol que solo servía para cobijar a los campesinos a la hora cálida del medio día, Mazuelos solo servía en la aldea para escuchar las charlas de quienes solían cobijarse en la botica; y así como el sauce daba una sombra indiferente a los gañanes mientras sus raíces rojas jugueteaban en el agua de la acequia, así él oía con desganada abnegación, la charla de los otros, mientras jugaba, el espíritu fijo en una idea lejana, con la cadena de su reloj, o hacía con su dedo índice gancho a la oreja de su botín de elástico, cruzadas, unas sobre otras, las enjutas magras piernas.
Mazuelos estaba enamorado de Blanca Luz, hija del juez de Primera Instancia, una chiquilla de alegre catadura, esmirriada y raquítica.

Si Hebaristo, el melancólico sauce de la parcela en vez de ser plantado en las afueras de P., hubiera sido sembrado como era lógico, en los grandes saucedales, su vida no resultaría tan solitaria y trágica.
Aquel sauce, como el farmacéutico Mazuelos, sentía, desde muchos años atrás. La necesidad de un afecto, el dulce beso de una hembra, la caricia perfumada de una unión indispensable. Envejeció Evaristo, el enamorado boticario, sin tener noticias de su amada Blanca Luz. Envejeció Hebaristo, el sauce de la parcela, viendo secarse, estériles, sus flores en cada primavera. Solía, por instinto, Mazuelos, hacer una excursión crepuscular hasta el remoto sitio donde el sauce, al bordo del arroyo, enflaquecía. Sentábase bajo las ramas estériles del sauce y allí veía caer la noche.
El árbol amigo que quizás comprendía la tragedia de esa vida paralela, dejaba caer sus hojas sobre el cansino y encorvado cuerpo del farmacéutico. Un día el sauce esperó vanamente la llegada de Mazuelos. El farmacéutico no vino. Aquella misma tarde el carpintero de P. … enviado por el dueño de la “Carpintería y confección de Ataúdes de Rueda e Hijos”, llegó con una tremenda hacha y taló el sauce. Por la misma calle venían juntos el sauce y el farmacéutico, ahora si unidos para siempre. El sauce sirvió para el cajón del farmacéutico.

El alcalde municipal del pueblo, tomó la palabra en el cementerio: “aunque no tengo las dotes oratorias que otros, agradezco el honroso encargo que la sociedad de socorros Mutuos a depositado en mí, para dar el último adiós al amigo noble y caballeroso, al empleado cumplidor y al ciudadano integérrimo, que en este ataúd de duro roble”… y concluía: “Mazuelos tú no has muerto. Tu memoria vive entre nosotros. Descansa en paz”.
Al día siguiente el dueño de la funeraria, lleva al señor Urzueta una factura por un ataúd de roble por 18.70 soles. El alcalde reclamó airadamente que el ataúd no era de roble sino de sauce. El señor Rueda le dijo que era cierto; pero que entonces como se vería en su discurso la frase “duro sauce” en vez de “duro roble”. El alcalde pagó sin chistar.

Esta obra teatral es definitivamente la más importante del Costumbrismo y también una de las mejores del siglo XIX. En ella se resume todo el humor y la chispeante gracia propia de la producción literaria de Manuel Ascencio Segura. Ña Catita, el personaje principal –cuyo nombre da título a la comedia- es considerada la figura dramática de mayor relieve y la mejor lograda de todo el teatro peruano. 
Debemos aclarar que no es un personaje original sino que su  origen está en la chismosa trotaconventos del drama español, y, qué duda cabe, en la imagen de La Celestina de Fernando Rojas. Pero la caracterización que le imprime Segura, ese típico sabor criollo en el habla,  en su performance a lo largo del argumento la consagra a Ña Catita como limeña y peruana criolla por excelencia.
Sucede que los esposos don Jesús y doña Rufina tienen una hija ya casamentera: Juliana. La madre, en quien antes ha operado la mediación de Ña Catita una anciana pícara, chismosa e intrigante, pretende ligar el destino de su hija al de don Alejo, hombre mayor, tipo donjuanesco que finge alta prosapia y dorada comodidad, refinamientos y de clase acomodada. Juliana, todo candor y dulzura, sin embargo, corresponde a la amorosa pasión de don Manuel, mozalbete pobre y sin porvenir, y se opone tercamente a los designios de su madre.
Así, no se deja seducir por el futuro prometedor que le augura su madre al lado del otoñal galán, ni se amedrenta ante sus amenazas ni presiones. De igual modo  desoye los melosos consejos de Ña Catita. Pero las cosas salen mal para los jóvenes amantes (Juliana y Manuel): ella está a punto de ser prometida en matrimonio a Don Alejo (Sin importar las protestas de don Jesús y los desconsuelos de Manuel). 
En aquel momento, oportunamente, llega don Juan, un viejo amigo de la familia, quien involuntariamente, desbarata las pretensiones del entusiasmado don Alejo. En efecto, recién llegado del Cuzco, entrega al empavonado novio una carta que le enviara su mujer. Rufina desfallece de espanto y llora su desgracia al descubrirse engañada por el maduro novio. Ña Catita, por perversa y proxeneta, es arrojada de la casa.
Se termina asegurando el casamiento   de Juliana y Manuel, en tanto que don Jesús, por intercesión de don Juan, perdona las bellaquerías de Rufina.
Esta obra fue estrenada en la noche del 24 de enero de 1845, y reestrenada con agregados el 7 de septiembre de 1856, triunfando merced al genio de la actriz Encarnación Coya.

Un mundo para Julius describe, con profunda sutileza, el mundo de la oligarquía limeña, aunque el ambiente, los personajes y las situaciones podrían desarrollarse perfectamente en cualquier ciudad latinoamericana. La obra constituye una crítica mordaz, aunque amortiguada por la ironía, el humor y la ternura presentes en el texto, de esa oligarquía.
En el seno de esta clase social privilegiada, el protagonista de la novela, Julius, un niño de una extrema sensibilidad y, en cierta medida, triste y melancólico ("sabes que tu vida estará llena de esos momentos, de esa amenaza de pena que ya es tristeza"), intentará encontrar su lugar, creciendo a caballo de dos mundos opuestos: el de la extrema indiferencia y frialdad de su familia, y el del afecto y el calor de la servidumbre.
A lo largo del libro vemos cómo Julius vive su infancia entre los cinco y los once años inmerso en un mundo de lujo, de exquisito buen gusto (simbolizado por el club de golf), pero sumamente frágil y poblado de "gente bronceada, de deportistas ricos, donde nadie era feo o desagradable", unos personajes superficiales y vacíos. Su madre, Susan, simplemente "linda", es una peruana de origen inglés educada en Inglaterra, frívola, y superficial, incapaz de sentir ni mantener ninguna relación afectiva auténtica ni con sus hijos ni con nadie de su entorno, pero siempre con un darling a punto en sus perfectos labios.
Juan Lucas, padrastro de Julius y segundo esposo de Susan ("nadie tan feliz como Juan Lucas; bueno, él siempre estaba feliz o a punto de irse al golf o a una de sus haciendas [...] o a un cóctel") es un ser frío que vive volcado en su intensa vida social, y que desprecia profundamente todo aquello que rezume una cierta sensibilidad o ternura, como el mismo Julius, de quien opina que "era un imbécil nato", o la servidumbre: "Nunca veía a la gente que le abría la puerta, era parte de su elegancia".
Sus hermanos mayores Bobby y Santiago, víctimas y reflejo de su entorno, son fríos y materialistas. Bobby es un adolescente caprichoso y emocionalmente inestable, que tiene como héroe y modelo a Santiago, el mayor de los hermanos, un "mártir de la táctica", por quien su madre "a duras penas recordaba que en los Estados Unidos había un rubio igualito a ella, Santiago, que pedía y pedía dólares en cartas que empezaban de amor maternal y terminaban de negocios, de amor a Juan Lucas". En la mirada de Santiago, Julius descubrirá el reflejo del vacío absoluto. Con su hermana Cinthia, un ser frágil y sensible, Julius establece una relación y una complicidad que van más allá de su prematura muerte a causa de una afección pulmonar.
Por otra parte, Julius crecerá rodeado de otro mundo bien distinto: "la sección servidumbre ejerció siempre una extraña fascinación sobre Julius, la fascinación de "no lo toques, amor; por ahí no se va, darling". Julius se refugiará en la servidumbre para obtener el afecto que su familia -su madre-, casi siempre ausente, es incapaz de proporcionarle; unos personajes que gozan con el simple espectáculo de ver comer al pequeño Julius en su comedor infantil, que rebosan amor como bien reconoce la misma Susan: "En todo están cuando se trata de... ¡qué bárbaros para querer!".
Así pues, Julius se sentirá atraído y ligado a estos personajes: Vilma, "la chola hermosa", su niñera adorada, que acabará siendo la víctima del capricho de su hermano Santiago; Nilda, "la Selvática, la cocinera, la del olor a ajos", que fascina a Julius con sus relatos de la selva, y acabará en la calle por sus formas poco al gusto del señor Juan Lucas; Arminda, la lavandera de la familia; los mayordomos Daniel y Celso, este último admirado por Julius por tener la custodia de la caja del Club de Amigos de Huarocondo (un lugar tan mítico para Julius como la Tambopata de las historias de Nilda); y por último Flora, la encargada de los niños en el nuevo palacio, y de apodo "Decidida", por su desparpajo y seguridad en sí misma.
La admiración y la estima que Julius siente hacia ese mundo se plasma en uno de los pasajes más emotivos del libro, cuando el niño, con sus estratagemas, consigue que el ataúd de Arminda, contradiciendo las órdenes de Juan Lucas, salga, con todos los honores, por la puerta principal del palacio, vengando así, a modo de recuerdo hacia su hermana, el entierro de segunda que tuvo el ama de Cinthia.
Pero en alguna situación el niño Julius entrará en contradicción con este ambiente con el cual está emocionalmente tan implicado, pero que por posición social le es ajeno. De ahí el engorro y la turbación que le produce la aparición de la pobre Arminda el día de su cumpleaños con "el regalo de una mujer pobre a un niño millonario", quedando como contagiado de la reacción de sus padres: la mirada indiferente de Juan Lucas, para quien "Arminda no importaba", mientras Susan "interesadísima [...] seguía la apertura del paquete con un delicioso y falso entusiasmo".
El libro nos relata también sus primeros años de escuela, en un colegio de "monjitas americanas y realmente buenas" en el que se refleja la estructura de esta sociedad, vislumbrándose en la relación entre los niños el germen de la injusticia que la rige. Julius, una vez más, se comportará al margen de esta sociedad clasista: ya sea con su vínculo de amistad con el personaje más menospreciado por el resto de sus compañeros por su origen humilde, como por el sentimiento de pena y remordimiento que le provocarán las bromas crueles de sus colegas a los compañeros pobres, o con la venganza sutil e inteligente urdida por Julius contra el matón de la clase.
El humor y la ternura nos acompañan en las innumerables anécdotas que pueblan esta novela, desde las más entrañables (como la decisión de Nilda de pegar las orejas de Julius a su cabeza con cinta adhesiva para intentar corregir su defecto) a las más tristes (como la de su sórdida profesora alemana de piano, nieta del mismísimo Beethoven según Juan Lucas), pasando por las escenas casi esperpénticas, como la descripción de los personajes y el ambiente taurino de la ciudad de Lima. Se trata de una novela en el más puro estilo tragicómico, que invita a la reflexión sobre la injusticia, la frivolidad y la falta de estima desde la aparentemente ingenua mirada de un niño.
Fuente:  http://www.biografiasyvidas.com/obra/mundo_julius.htm